
«Techotiva, una localidad que no reverdece»
Al canal de la 43 le arrebataron su vitalidad y lo escondieron, quedó represado entre el cemento
Por: Wilton López
A través de los años, el canal de la 43 fue un articulador ambiental y social del territorio de Techotiva (Kennedy), un articulador de la vida. En él y en sus alrededores se fueron implementando diferentes estrategias de concientización, siembra y cuidado de este conector vital del río Bogotá, generando una cohesión social para los barrios de Patio Bonito.
Las comunidades alrededor reconocían nuevas concepciones del lugar, siendo fundamental su cuidado para una relación humano – naturaleza constituida desde la cuenca y antigua escorrentía del canal de la 43. También eran conocidas sus problemáticas, dado que, al pasar por el basurero Gibraltar, era receptor de los lixiviados que dicho basurero sigue generando. Un tejido continuo, en proceso de construcción y deconstrucción y en la búsqueda de la vitalidad del agua y su importancia como ordenador del territorio.
Pero, en el año 2021, la llamada “reactivación económica” encendió las viejas maquinarias de las constructoras interesadas en establecer un desarrollo impuesto desde las perspectivas económicas globales. Después de esto, comenzó en toda la ciudad una tala masiva y traslados (muertes lentas) de las especies arbóreas. A través de diferentes contratos se legalizó el ecocidio como una práctica institucional distrital, justificándose en el desarrollo de proyectos, megaproyectos o incluso con “simples” modificaciones en las redes del acueducto. Desde ese año hasta la actualidad se han talado más de 100 árboles solamente en el corredor de la avenida Villavicencio, “justificados” en el avance del metro elevado, pero basta revisar otros proyectos como la avenida Guayacanes, la avenida Primero de Mayo, la ampliación de la avenida Cali y de la avenida 68, para constatar una masacre ambiental.
Al canal de la 43 le arrebataron su vitalidad y lo escondieron, quedó represado entre el cemento de la construcción de un Box Culvert, una alcantarilla tipo cajón que recoge las aguas lluvia y las aguas residuales y sobre la que se construyó la nueva extensión de la avenida Villavicencio. Para ello, se empezaron a talar y a trasladar más de 30 especies arbóreas. Aquellos árboles eran el hábitat de muchas especies que tuvieron que trasladarse a otros lugares, puesto que se quedaron sin un hogar, sin alimento y sin su espacio de conexión natural.
¿Y las responsabilidades sociales y ambientales?
Cada contrato, por obligación, debe tener responsabilidades ambientales y sociales donde destinan rubros de reparación a los daños causados o generación de compensaciones a las comunidades aledañas a los proyectos. Estas responsabilidades se quedan cortas frente a los pasivos ambientales surtidos, siendo daños irreparables, donde los contratistas a menudo ejecutan el proceso de compensación y reparación a través de siembras en otros lugares para resarcir el daño causado. Así, los proyectos señalados anteriormente han destinado la ronda del río Bogotá- Funza como suelo habilitado para las siembras, estableciendo alianzas con las entidades correspondientes, como la CAR y la EAAB. Aquellas siembras son inconexas a cualquier relación con las comunidades, procesos u organizaciones sociales ribereñas, convirtiendo la siembra en un requisito más. Finalmente, estos espacios se presentan en informes, salidas o presentaciones rápidas, sin vislumbrar el mantenimiento o supervivencia de lo sembrado; derivando en la pérdida o muerte de las especies arbóreas sembradas o trasladadas.
“Puede ser una mirada de despedida, una mirada de incomprensión, una mirada de dolor, una mirada de rabia, una mirada de impotencia, una mirada de fortaleza, una mirada de resiliencia, una mirada del gavilán en su lugar; una última mirada a lo que siempre será su hogar”.
Seguimos justificando un “desarrollo” agresivo en medio de un cambio climático evidente, preocupante y que nos llama a trascender de acciones individuales a unas colectivas, para frenar a los grandes poderes económicos dentro del sistema capital. Aquellos intereses buscan dinamitar, menoscabar y destruir los avances organizativos en cuanto a las nuevas concepciones transversales de una relación con la naturaleza que visibiliza una ciudad popular, campesina e indígena.
Nos empujan a catástrofes ambientales a través de imposiciones y nos crean necesidades no fundamentadas. Estas, nos acercan a múltiples enfermedades a corto, mediano y largo plazo, nos arrancan las raíces de nuestra ancestralidad, nos insensibilizan hacia el otro y hacia todos los otros seres vivos; un ecocidio.