«Un cuento es como una casa»
Lo importante de un cuento no es la historia que se cuenta sino cómo se cuenta esa historia.
Por: Rodolfo Ramírez Soto
Varios escritores, tanto poetas como narradores, han considerado al texto literario como un lugar que se puede habitar. Rainer María Rilke, por ejemplo, aseguraba que los grandes poemas se caracterizan justamente por fungir como exóticos destinos que podemos visitar y en los que podemos pasar una temporada aprendiendo lo que nos quieren desvelar. Julio Cortázar, por su parte, establece la esfericidad como la principal característica del cuento perfecto y menciona que este debe funcionar como un mundo para sus personajes, al igual que para sus lectores. Pensar entonces en el cuento como una casa no es nada nuevo, pero la analogía nos ayuda bastante al momento de tratar de explicar su composición.
Un cuento, como una casa, requiere de una planeación previa, de unos planos que nos indiquen la distribución de los espacios y su funcionalidad. Estos espacios en el cuento se llaman escenas y es gracias a ellas que la historia toma forma, pues en ellas es donde se desarrolla la acción. Distribuirlas, pensar en qué va a pasar en cada una y decidir el orden en que se presentarán son las decisiones que toma cada escritor. Decisiones que a la vez lo diferencian del resto de escritores. Lo importante de un cuento no es la historia que se cuenta sino cómo se cuenta esa historia. Ordenar las escenas es decidir cómo contar la historia.
Los planos de una casa se deciden, entre otras cosas, en función del número de personas que vivirán en ella. Una casa deshabitada es una casa sin sentido. Las escenas de un cuento se deciden en función del personaje principal y la acción que este debe desarrollar. El personaje y la acción son el alma del cuento, son los habitantes de la casa. Si ellos faltan el cuento no tiene sentido.
Ahora bien, la acción que debe realizar el personaje no necesariamente es una acción complicada o del otro mundo, piensen ustedes por ejemplo en una novela como El señor de los anillos donde la acción a realizar es simplemente deshacerse de un anillo. Para contarnos eso el autor empleó 1368 páginas. ¿Qué es entonces lo que hace interesante la relación entre el personaje y la acción?
El conflicto es el elemento que hace interesante la relación entre el personaje y la acción y a la vez la hace avanzar. Si no hay conflicto el cuento carece de interés. La escritora estadounidense Dorothy Parker en apenas 2186 palabras nos cuenta la historia de una mujer esperando una llamada telefónica. Una situación que parece poco interesante, pero que generó uno de los cuentos más angustiantes que yo he leído. Las explicaciones que la mujer se da a sí misma al respecto de por qué no la han llamado, el deseo de llamar enfrentado a la decisión de contenerse y no llamar, generan un conflicto tan profundo en la historia que uno se lee ese cuento de principio a fin sin casi tomar un respiro. Se los recomiendo mucho, vale la pena que se lo lean, además no es muy largo.
Personaje, acción y conflicto son los cimientos de todo buen cuento. Eso era lo fundamental que quería compartirles en este pequeño escrito. Pero ¿para qué escribimos un cuento? Es una pregunta imprescindible que debemos hacernos antes de empezar a escribir. Si mal no recuerdo fue Edgar Allan Poe el que dijo algo así como que si su cuento no era una bofetada para el lector había perdido el tiempo escribiéndolo. Él tenía muy claro eso, quería cambiar a su lector, remecerlo y enfrentarlo con la realidad o con lo más oscuro que hay dentro del ser humano y obligarlo a tomar una posición. Poe no concebía que el lector saliera siendo el mismo de sus cuentos.
¿Usted se ha planteado esa pregunta? De la respuesta que usted se dé depende todo. Si construir un cuento es como construir una casa, bien vale la pena preguntarse entonces para qué y para quién se está construyendo todo eso. Eso es lo primero, lo demás es añadidura.