«Xikuyka Funza Zepkuaska Obasuca Nokanchipa»

Nombre que en español traduce Comunidad Muisca en la Ronda del Río Funza Tejenderos y Tejenderas de Memoria, es una colectividad en proceso de recomposición y revitalización, que habita en la localidad de Techotiba. 

Por: Agencia Sur

 

 

La comunidad muisca Xikuyka Funza Zepkuaska Obasuca Nokanchipa, que en español traduce Comunidad Muisca en la Ronda del Río Funza Tejenderos y Tejenderas de Memoria, es una colectividad en proceso de recomposición y revitalización, que habita en la localidad de Techotiba, ancestralmente territorio de aguas, lagunas, chupkuas y ríos. Históricamente han hecho presencia sobre la ronda del río Funza, en el extremo occidental de la localidad, en el sector de Patio Bonito: “Nacimos, habitamos, hacemos incidencia, cuidamos, guardamos y defendemos este territorio desde hace aproximadamente 30 años” mencionan. Además del cuidado y la defensa del territorio, han luchado por la recuperación de los usos y costumbres del pueblo muysca, a través de la reivindicación de la semilla nativa y libre, así como la siembra, el cuidado y el mantenimiento de las plantas medicinales y arbóreas, el alimento, la lengua, el tejido, la medicina y la educación propia.

El Callejero tuvo la oportunidad de compartir con la comunidad durante un recorrido por la cuenca del río Bogotá y en un diálogo posterior tipo entrevista. De ambos momentos es resultado esta primera entrega que busca, principalmente, contar sobre el importante proceso de cuidado y defensa del territorio que realiza el pueblo muyska y su lucha por garantizar condiciones dignas de vida para todas las especies que lo habitan.

En diálogo con Diego Monsalve, estudiante de la licenciatura en Biología de la Universidad Pedagógica y quien hace parte de la comunidad Muyska Xikuyka Funza Zepkeaskua Obasuka Nokanchipa, desde hace aproximadamente cuatro años, nos explicó que más que ser un colectivo ambiental, Nokanchipa se reconoce como un proceso comunitario que se realiza por parte de la comunidad muyska, porque no abordan solamente el tema ambiental, sino que van más allá en la búsqueda por generar acciones de recomposición, recuperación y rememorización del origen y de las luchas dadas.

El proceso entonces puede dividirse en dos grandes ejes que le permiten a esta rueda girar y tener incidencia territorial, cultural y comunitaria, por un lado, está el proceso de escuela popular y por el otro la defensa del territorio, ambos estrechamente relacionados, pero que se abordan de manera independiente para brindar mayor claridad.

La Escuela Popular

Jonathan Pinilla también hace parte de la comunidad muyska y se ha dado a la tarea de reconocer la historia de cada uno de los procesos que se han realizado en la escuela popular, sus orígenes, cambios y transformaciones. Recuerda que el proceso de la escuela nació hace treinta años, en 1992. Como respuesta a la calamidad que representó para el país el conflicto armado, que devino en diferentes oleadas de desplazamiento, personas que salieron del campo y llegaron a las periferias de las grandes ciudades como Bogotá, en busca de nuevas oportunidades, dado que no podían seguir construyendo su proyecto de vida en sus territorios. El conflicto armado fue, quizás, una de las principales razones del desplazamiento, pero no la única, a esta se sumó el desplazamiento por múltiples violencias que se siguen dando al interior del país. En ese momento y con ese contexto social y poblacional, se hizo urgente buscar la manera de suplir esas necesidades básicas, necesidades como el alimento y la educación, ambos derechos, de los cuales el Estado no logró ser garante, por lo cual, fueron las mismas comunidades y las mismas familias las que lograron generar soluciones a esas necesidades, una de ellas la educación. En esa época, fueron las mamás las que posibilitaron el acompañamiento a los niños, no solo a sus hijos, sino a todos los niños y las niñas de la comunidad.

Espacialmente, el proceso inició sobre la ronda del río Bogotá, en el barrio Villa Elvira, un barrio que ya no existe, en ese momento eran 1.500 las familias que habitaban la zona antes del desalojo.

Parte de la propuesta de la escuela popular surge de comenzar a organizarse como comunidad muyska, lo que recoge un entramado de saberes de este pueblo indígena y de otros pueblos originarios, que también llegaron desplazados a Bogotá como los Nasa, Kamentsa, Inga, entre muchos otros, quienes arribaron con sus raíces, usos y costumbres. Desde ahí, inició el primer proceso de educación popular, en el que las mamás comenzaron a enseñarle a sus niños sus saberes, su alimento y su tejido. Para poder responder a esas necesidades iniciales, se comenzó con un proceso de formalización de ese sistema de educación popular, en el que se le exigió a la Secretaría de Educación que tuviera en cuenta los saberes propios de las mamás que estaban ahí compartiendo sus conocimientos con los niños y las niñas.

La formalización de la escuela popular de Nokanchipa buscaba que los niños pudieran graduarse, pero dentro de un proceso de educación propia, una educación con autonomía, que fuera más cercana a las raíces mismas de los pueblos originarios. Por lo cual, el tema de la formalización terminó siendo demasiado complejo por los planteamientos de la Secretaría de Educación, que comenzó a exigir una licencia de construcción, sin tener en cuenta que, en ese momento, no era posible porque todos eran barrios ilegales. Además, exigían que se dictaran una serie de materias que no tenían el sentido que se estaba buscando, entonces fueron muchas las trabas por parte de las instituciones. El Estado y la Secretaría de Educación que no garantizaban el trabajo y la función que tenían que hacer con el tema de la educación de los niños, pero tampoco facilitaban el proceso de educación popular que estaban realizando con los niños.

Todo lo anterior generó que en el año 2007 el proceso de educación popular se transfigurara y volviera nuevamente a sus orígenes. El volver al origen era volver a esos momentos donde los saberes los tenían los mayores y las mayoras, las mamás y los papás que venían de sus tierras y que tenían ese acumulado de saberes propios.

Después, muchos de los niños que estuvieron en el proceso de la escuela “formalizada” se quedaron para seguir aprendiendo, algunos de ellos fueron maestros de la escuela, lo cual daba cuenta de que era posible que los niños no pasaran por la escuela como un requisito más para ingresar en el sistema y seguir replicando lo que no era esencial, sino que llegaran a procesos propios y originarios de su pueblo y de su lugar de origen.

Desde el 2007 se comenzó a afianzar nuevamente la autonomía de la escuela popular, con procesos de formación en la creación de tejidos, la hechura o la fabricación de instrumentos, como saberes propios de los pueblos originarios. El tema de la siembra de la tierra siempre fue un tema transversal, en un primer momento desde la creación de las huertas urbanas, luego se entendió que era necesario pensar en algo más allá, porque Nokanchipa significa Tierra para todos, todas pero no solo todas y todos los seres humanos, sino también todos los seres vivos. La huerta urbana en un momento responde solo a la necesidad del alimento de los seres humanos y la reflexión se convirtió en que era necesario pensar en una tierra para todas y todos, entonces se comenzó a trabajar no solamente en las huertas, sino también en las chagras, como espacios que también piensan en cada uno de los seres, porque los seres humanos, mal que bien han tenido alimento, pero ¿Qué ha pasado con los demás seres? ¿Realmente, hemos pensado en ellos?

 

A fin de cuentas, solo con el proceso de urbanización acelerado de la ciudad, ya le estamos quitando espacio y calidad de vida a esos otros seres que también tienen derecho a una vida digna. Entonces ha sido también el pensar en ellos y agradecerles a ellos y al mismo territorio por todo lo que nos han dado. Es asumir esa corresponsabilidad con el territorio de pensar en él y retribuirle en algo, desde el reconocimiento, la defensa y la recuperación.

Desde ahí la escuela popular se ha movido a los diferentes humedales, a realizar siembras y chagras, en la Tingua Azul, en el Burro, en la Vaca norte y en el río, desde el año 2001, hasta hoy.

En la siguiente entrega abordaremos la defensa del territorio que tiene múltiples implicaciones, por un lado, los diferentes procesos y luchas contra las concesiones, las empresas y el gobierno que pisotean la soberanía de los territorios y que han generado una serie de desplazamientos de la comunidad muyska, por otro lado, en términos legales las implicaciones que tienen los incumplimientos de esas mismas empresas y ambientalmente cómo se le está negando el derecho a la vida digna a tantos seres que hoy nacen, crecen y mueren en condiciones indignas.

 

 

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