«Balearte»

Por: Lucio Gallo Rosillo

 

Lucio Gallo Rosillo es actor y director del Punto de Cultura «Yupi Teatro» y representan­te del Colectivo de Artistas Independientes de Piura, de la hermana república del Perú. Quien con este artículo trata de darnos una mirada amplia a la dolorosa situación que hoy enfrenta su país. Donde se ha registrado el asesinato de la población civil y se repor­tan miles de heridos y desapa­recidos a lo largo y ancho de la nación.

Nuestro país es un proyecto inconcluso de nación, mas no una re­pública, donde debería regir un conjunto de leyes para todos y no solo para los millonarios, como ha venido sucediendo. Hoy mi Perú es un Estado que sostiene su poder a sangre y fuego por la represión policial y militar que ya ha cobrado casi 60 muer­tos, cerca de mil heridos, incontables desapareci­dos, así como detenidos arbitrariamente y millo­nes en pérdidas económi­cas. Aquí el gobierno ha sido tomado por los gru­pos de poder tanto eco­nómico, como mediático, militar, judicial y político que buscan mantener el statu quo, desde la dicta­dura de Fujimori.

Tenemos una “demo­cracia” oligárquica que después de la última dic­tadura se ha ido rotando el ejecutivo a medida que el presidente anterior ter­minaba en investigacio­nes por casos palpables de corrupción. Seguimos con la fragmentación he­redada desde la época colonial y que no se so­lucionó al alcanzar la in­dependencia. Solo basta recordar como la “alta so­ciedad limeña” se oponía a la liberación del yugo español, cómo los crio­llos, caudillos y los gran­des comerciantes toma­ban las riendas sin querer dejar atrás sus privile­gios, grandes extensio­nes de tierras agrícolas, sumiendo a gran parte de la población indíge­na, afroperuana (porque hubo esclavitud negra), costera y amazónica en el abandono y la hambruna, acompañada de racismo, clasismo y discriminación por su etnia, vestimenta, música, idioma, comida e idiosincrasia.

Todo ello cambió cuando se empezaron a dar movimientos inde­pendentistas desde Tú­pac Amaru a finales del siglo XIX, hasta la toma de tierras de los hacen­dados por los campesi­nos en el siglo XX y que terminó con la Reforma Agraria del gobierno re­volucionario de Juan Ve­lasco Alvarado. Podemos entender entonces que la República del Perú tiene una herida que ha veni­do sangrando hace siglos, desde que los pueblos originarios terminaron sumidos en la pobreza y obligados a migrar a las urbes en busca de una vida “mejor”, porque des­de el modelo extractivis­ta impuesto durante el virreinato nada ha cam­biado, salvo que antes era España la que arrancaba nuestros recursos natura­les y hoy son los chinos y los norteamericanos.

El punto de quiebre de la historia política actual fue en el año 2011 cuando se postuló Keiko Fujimori, quien realizó una masiva campaña pu­blicitaria financiada con dineros ilícitos, como ya se viene juzgando en ca­sos como: Lavajato, Cóc­teles, Pitufeo, el apoyo del sector empresarial de la CONFIEP (mineras, ban­cos, medios de comunica­ción) y hasta dinero del narcotráfico. La pérdida consecutiva, en tres opor­tunidades, generó en ella y en toda su organización criminal (Partido Político Fuerza Popular) una po­larización extrema donde se usó el “terruqueo”* en contra de los adversarios políticos para atemorizar a la población de que si votaban por alguien de izquierda o nacionalis­ta sería sumir otra vez al Perú en las sangrientas décadas de los 80 y 90, donde el conflicto arma­do interno dejó como sal­do cerca de sesenta mil fallecidos, producto de las brutalidades del te­rrorismo venido de Sen­dero Luminoso, el Movi­miento Revolucionario Túpac Amaru, la policía, las fuerzas armadas y los grupos paramilitares de los gobiernos de turno.

En la campaña polí­tica del 2021 se continuó con la estrategia del “te­rruqueo” contra el candi­dato Pedro Castillo, aña­diendo esta vez gigantes paneles publicitarios, spots televisivos, tales como: “No al Comunis­mo”, portadas completas en los principales diarios y revistas y la burla por su procedencia provinciana, campesina y rondera (for­ma de organización cam­pesina que imparte jus­ticia en sectores rurales donde el Estado no llega). Todo ello en la segunda vuelta, porque en la pri­mera ni aparecía en las encuestas ya que era nin­guneado e invisibilizado en los debates. Cuando ganó Pedro Castillo, la DBA (Derecha Bruta y Achorada) no aceptó los resultados y empezó una arremetida contra las instituciones organiza­doras de las elecciones, acusándolas de fraude, cuando los veedores in­ternacionales opinaban lo contrario, buscando desestabilizar el país y no permitir que el gana­dor asumiera el máximo cargo gubernamental. Ni un día de mandato tenía el presidente cuando ya las bancadas opositoras de derecha vociferaban la vacancia. Luego del cons­tante asedio y hostiga­miento mediático, fiscal y judicial, por investigacio­nes no concluyentes, Pe­dro Castillo cometió un error de cálculo político al querer disolver el con­greso, sin tener el apoyo de las fuerzas armadas y policiales, concluyendo en la tan ansiada “Vacan­cia por incapacidad moral permanente” y su poste­rior arresto, aun teniendo inmunidad presidencial. Hoy, el sillón presidencial es ocupado por el títere maquiavélico y asesino de la primera presidenta del Perú, Dina Boluarte, aho­ra apodada Dina Balearte, que entrega en bandeja de plata los recursos natu­rales peruanos a los gru­pos de poder nacionales y transnacionales, entre ellos Estados Unidos, quien no ha dudado en respaldarla.

*«Terruquear» y «te­rruqueo» se emplean en Perú, en el contexto ac­tual, cuando una persona pública, como un político o un periodista, califica a otra de terrorista (terru­co). Es un término utili­zado principalmente por la derecha para estigmati­zar a aquellos que tienen ideas afines a la izquierda o progresistas, o a cual­quier que cuestione de al­guna manera el statu quo, insinuando que simpati­zan con grupos armados que operaron en el Perú.

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