«El rebusque, una continua lucha por la sobrevivencia»

El desempleo y las criticas condiciones laborales de inestabilidad y explotación a los trabajadores, hacen que la informalidad sea una opción de trabajo más digna.

Por: Julio Enrique Cortés M. 

 

Durante muchos años trabajé como contratista en varias entidades de Bogotá. Estuve ejerciendo mi profesión de comunicador social periodista en instituciones de carácter social, cultural tanto públicas como privadas, y como docente en la Universidad Minuto de Dios. En cada uno de mis trabajos obtuve valiosos aprendizajes, sobre todo por la posibilidad de conocer en el sector comunitario, los problemas y necesidades de la gente más vulnerable de la ciudad. Sin embargo, con el paso del tiempo me fui sintiendo inconforme por las condiciones laborales. La inestabilidad (contratos cada vez más cortos) fue una de las razones que me generó mayor estrés y desilusión. La recurrente afiliación y desafiliación a la seguridad social, las consecuencias de estar sin trabajo durante meses, dificultaban la realización de un proyecto de vida. Por otra parte, la falta de prestaciones sociales, somete al trabajador a condiciones indignas. Todas estas situaciones me llevaron a desistir del mundo formal y emprender nuevos caminos como independiente.

Fue así como opté por trabajar con un amigo en la venta de accesorios para bicicletas. Desde el comienzo de este nuevo trabajo informal me sentí cómodo. El público al cual me dirijo es la población de bici usuarios. En la relación con ellos he tenido experiencias interesantes no previstas. Me empezó a ir muy bien, desarrollé nuevas habilidades y actividades de comercio. Me gustaba interactuar con la gente que salía de trabajar hacia sus casas y paraba atraída por la presentación de las luces y los productos.

Yo pregonaba y estaba activo atendiendo e instalando luces en las bicicletas. Me gustaba explicarle a los clientes acerca de los productos y que se fueran contentos con su compra. Más allá de la venta me causaba satisfacción la empatía que se establecía entre nosotros.

Mi calidad de vida mejoró bastante, pues estaba viviendo relativamente bien con un trabajo de medio tiempo el cual yo disfrutaba. En el pasado habían quedado las presiones de los contratos, los jefes arrogantes y la burocracia de las instituciones. Eso me dio mucha paz. Además, todos los días tenía dinero para mis gastos, dejé de estar endeudado y de estar pidiendo prestado como me tocó muchas veces en el pasado. Ya no tuve que volver a coger bus pues trabajaba a 10 minutos de mi casa en bicicleta. Ser independiente me permitió vivir con mayor libertad, más flexibilidad en el manejo de mi tiempo.

Ahora pienso que ser empleado es casi un imposible, pero además resulta poco deseable. Sin embargo, aunque para mí el trabajo independiente ha resultado ser una buena alternativa, tampoco es lo ideal pues no resuelve muchas de las necesidades. Mientras la política económica y de empleo siga siendo ésta, para millones de colombianos el rebusque es la única salida de sobrevivencia.

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