«Son Callejero: El intrépido sonido de la calle»

Allí estaban Dairo, Roberto, Edgar, El Halcón, Toño, acompañados de René, Luis y Nacho. Instalaron sus instrumentos y su equipo sin estrés, en medio de los invitados un tanto presumidos e indiferentes.

Por: Xavier Fargetton

 

 

Con Son Callejero, nuestros caminos se cruzaron hace ocho años. Una amiga colombo-francesa nos pidió la casa para celebrar un cumpleaños. Entonces, un viernes por la noche, un grupo de invitados cosmopolitas, que no conocíamos, invadió nuestra casa y con ellos llegó Son Callejero de la mano de nuestra amiga, Malvina.

Allí estaban Dairo, Roberto, Edgar, El Halcón, Toño, acompañados de René, Luis y Nacho. Instalaron sus instrumentos y su equipo sin estrés, en medio de los invitados un tanto presumidos e indiferentes. La fuerza de la música de Son Callejero trastornó el ambiente acogedor de la velada. Recuerdo la intensidad de los músicos que literalmente vivían su música. No olvido su dignidad, pasaron en pocas horas de las condiciones de la calle al ambiente de un círculo de privilegiados, no obstante, se mantuvieron ellos mismos, dispuestos a entablar la discusión sobre su música y su vida sin maquillajes.

En los años que siguieron, la orquesta vino regularmente a acompañarnos. Cada vez, la magia de la salsa entraba en acción y los ojos de Pili, mi mujer, se iluminaban. Hace tres años, charlando con Dairo, su manager y director, sobre los múltiples desafíos que enfrentó para mantener a todo el grupo vibrante, comenzamos a pensar juntos sobre lo que podríamos hacer para mejorar las condiciones de creación y de trabajo ¿Cómo era posible que, en Colombia, el talento musical de Son Callejero, su increíble cultura salsera, su red de músicos reconocidos, no fuera suficiente para garantizarles vivir dignamente de su trabajo? ¿Cómo se podía entender que cuando los medios de comunicación e instituciones públicas estaban extasiados con el proyecto, mientras que sus videos en Youtube superaban el millón de visualizaciones, la orquesta aún tenía que rentar sus instrumentos por unas horas para dar sus conciertos? ¿Cómo seguían sin tener un lugar decente para ensayar y componer?

A los pocos meses teníamos un plan, planillas de Excel, proyecciones de ingresos y costos operativos para la Fundación. Conocimos a Antonia Bustamante, la hija del fundador de El Goce Pagano, el mítico lugar de salsa en Bogotá ubicado en la esquina de la Calle 24 con Carrera 13a. Con la renovación de El Goce, Son Callejero podría utilizar el lugar para sus ensayos y creaciones. Aún teníamos que encontrar el dinero para financiar esta nueva etapa. Como pedir caridad no está en los genes de ningún miembro de la agrupación, comenzamos a buscar dinero inteligente, un tipo de dinero extremadamente raro de encontrar, un dinero que libera en lugar de hacerte dependiente.

Fue entonces cuando Benoit Adelus, un viejo amigo francés de paso por Bogotá, nos contó, mientras caminábamos por la Candelaria, las acciones de su Fundación en Francia en el campo de la música. Benoit invierte en instrumentos de gran valor para ponerlos a disposición de talentosas formaciones musicales clásicas. Cada año crea una orquesta efímera formada por músicos de orquestas sinfónicas europeas que dan un concierto durante una semana bajo la dirección de un director de orquesta de renombre mundial. La oportunidad fue un sueño para presentar Son Callejero a Benoit. Esa misma noche nos encontramos en nuestra casa para un concierto improvisado. La magia de la salsa volvió a operar y al día siguiente Benoit nos anunció que su fundación estaba dispuesta a financiar la compra de los instrumentos y el lugar de ensayo por dieciocho meses, a cambio de que en este tiempo y con este dinero implementáramos un modelo económico para asegurar la sostenibilidad del proyecto.

A las pocas semanas Son Callejero disponía de instrumentos y equipos de sonido propios que le permitían trabajar de forma regular. El Goce fue renovado en dos meses y en septiembre de 2019 Son Callejero celebró su 10º aniversario en este nuevo espacio, con una velada memorable. Luego comenzó la segunda fase del plan, es decir, generar sistemáticamente trabajo para los músicos, obtener contratos para conciertos, capacitaciones, intervenciones, responder a licitaciones de diferentes instituciones. Estuvimos allí cuando la crisis del Covid-19 finalmente golpeó a Bogotá, minando nuestros planes de actividades públicas.

El Covid-19 era apenas uno de los obstáculos, al repensar nuestro modelo económico, nos quedó claro que la esperanza puesta en el proyecto de la Economía Naranja en Colombia era un mito que ignoraba iniciativas como las de Son Callejero. La propuesta de la Economía Naranja en Colombia es, ante todo, una nueva envoltura para un modelo muy convencional en la industria del arte. Se basa en la explotación de la propiedad intelectual, en una organización eficiente de los actores tradicionales, en un clúster y en un toque de Internet para explotar las nuevas herramientas de la web. Es decir, hacer una especie de Hollywood o Bollywood colombiano ¿Porque no? Este modelo sirve a los intereses de algunos actores en Colombia, pero es presuntuoso presentar este sistema como capaz de integrar a todo tipo de creadores.

El modelo de Economía de Naranja no solo no es inclusivo, sino que tiene efectos adversos, que son bien conocidos: Contribuye a la estandarización de la producción cultural, a su orientación únicamente a criterios comerciales y en última instancia, a la pérdida de la diversidad cultural. Esta es la ilustración perfecta de una característica fundamental del capitalismo liberal, ampliamente demostrada por sus propios economistas, que solo puede crear a partir de una destrucción previa. Ahora está bien establecido que este tipo de creación simplemente no es sostenible.

Están comenzando a surgir muchas alternativas para luchar contra los efectos tóxicos de estos modelos económicos aplicados al sector cultura en el mundo. Actualmente, son objeto de investigación y experimentación práctica en números países. Un ejemplo, es el concepto de economía contributiva del cuidado, que consiste en crear nuevos conocimientos cuidando los recursos que ya existen. Hay aplicaciones prácticas, en particular en el campo de la creación artística. En Europa, el estatuto del trabajador intermitente del entretenimiento, le permite a los creadores recibir un ingreso básico fuera de los períodos de empleo formal. En diferentes países se están probando otros modelos de la economía contributiva. Una característica de estos modelos es que están diseñados mediante procesos de investigación colaborativa que reúnen a los propios actores, a investigadores de diferentes disciplinas, a instituciones locales, a políticos y a ciudadanos de a pie.

Cabe reconocer que Son Callejero aún no ha encontrado esta posibilidad de crear alternativas en Colombia. Hemos estado llamando a las puertas de las universidades y de las instituciones, pero hasta el día de hoy han permanecido cerradas. También estamos aprovechando este foro, para lanzar una convocatoria a la creación de un colectivo alrededor de Son Callejero para trabajar juntos en la investigación e implementación de enfoques verdaderamente nuevos que se adapten a nuestros deseos. Intrépidos ciudadanos, artistas, sociólogos, economistas, investigadores, funcionarios y políticos interesados en esta colaboración, por favor contacten a Dairo Cabrera, manager de Son Callejo, al número 310 320 37 91.

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