«Topos: vidas en el subterráneo»

Por: Juan Camilo Rodríguez

 

 

Al acercarnos a los clásicos, es útil examinar los trabajos ya terminados, sino también aquellos bosquejos y notas en que el artista trató de expresar sus vividas e inmediatas impresiones originales. Por esta razón un boceto tiene a veces más vida que una tela acabada”.   

             Sergei Einsestein

 “No todo el que lo caga es su enemigo y todo el que lo limpia no es su amigo”.

Titi

Las niñas y los niños son el futuro, pero no por la esperanza de un mundo mejor que ha de venir, sino por su fragilidad. Es larga la historia de los niños en situación de calle en Colombia. Particularmente en Bogotá, la gran urbe, que también rima con mugre e incertidumbre. En la que muchos niños, o sea, muchos frágiles futuros, han terminado devorados por las fauces del gran monstruo que es la ciudad. Muchos de estos niños viven como topos, en los intestinos de la bestia, alcantarillas putrefactas, que llevan nuestros despojos. 

La tercera película de Carlos Zapata nos permite un acercamiento al modo de sobrevivir de la niñez marginal y postergada, que va mucho más allá de una mirada realista o miserabilista. Por el contrario, nos presenta a unos personajes fantásticos, enternecedores y nobles que, a pesar del peligro constante que los acecha, ríen y sueñan, por el delirio del bóxer o sin él. Y en la que los adultos son la amenaza, los que rompen el equilibrio de una vida en la calle, pero digna. “Las alcantarillas son para el agua no para las ratas” se lee en el talud del caño donde queda la alcantarilla en la que pernoctan los topos: Titi, John, Pinky y Carlitos. 

Dos Ángeles y Medio (1958), Chircales (1972), Gamín (1977), La Vendedora de Rosas (1998), son algunos de los nombres de películas de la historia del cine en Colombia, en las que los niños o las niñas que habitan los caminos de la marginalidad son retratados y a las que se suma, de una forma completamente original, Topos. Película que está construida visual y sonoramente como un péndulo que se mueve entre la realidad y la fantasía, con una estética única que no busca embellecer la miseria, sino que nos muestra su cara más limpia, noble y humana. 

Los topos tienen sus propios códigos de comunicación y honor, sus propias reglas, sus formas de sobrevivir, divertirse y despistarse de su triste realidad. La Ratona, amiga del Titi y ángel que, como la película, vive entre los vivos y los muertos, es una mensajera que trae una promesa y que busca con quien compartirla. La Ratona ve lo que el Titi, que es un contador de historias con moraleja, no puede ver, y el Titi es el compañero que esta solitaria niña necesita. Los dos abandonados por sus familias y asediados por la muerte que, en forma de limpieza social, se llevó a sus amigos. 

El rap de Realidad Mental, las sombras que se estiran en las noches frías, la ropa, que con ironía, parodia el glamour del cine, las pieles curtidas por la mugre y quemadas por el fuego anónimo que las consume, configuran metáforas no vistas en las películas anteriores del director, pero que dan muestra de una poética visual honesta y reivindicativa. 

No sabemos cuándo estará en los cines, desde el 2021 está en festivales internacionales y desde hace unas semanas el director ha dado a conocer en sus redes este boceto al que hoy podemos dedicarle algunas líneas. “¿Cuánto dan por mí? ¿Cuánto tienen? ¿Cuánto apuestan?” dice Realidad Mental en el coro de la canción final de la película ¿Cuánto damos por la calle, su gente, el rap y el cine de este país?

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