«Transmilenio ¿En qué está fallando?»
Por: Alfredo Laverde
Parece que en el pasado quedó la polémica aprobación del Concejo de Bogotá de los $1,1 billones del Proyecto de Acuerdo de “Rescate Social y Económico”, que no se invirtieron en las necesidades reales de los bogotanos (ayudas a las personas con menos recursos, apoyo a las pequeñas y medianas empresas o subsidios de arriendo) sino que se invirtieron en el sistema de Transmilenio. Fueron más de 1 billón de pesos para garantizar el funcionamiento de un sistema al que se le inyecta y se le inyecta inversión pública que no se ve reflejada en un mejoramiento de la calidad del servicio. Sin embargo, con una afirmación muy parecida a la de Carrasquilla cuando dijo que a la cartera de gobierno no le quedaba sino tres semanas de presupuesto, sino se aprobaba de inmediato la pasada Reforma Tributaria; la alcaldesa Claudia López salió a decir que, si no se aprobaba su proyecto de acuerdo, al sistema no le quedaban más de un mes de funcionamiento.
No podemos afirmar que Claudia haya aplicado la misma estrategia de Carrasquilla, porque su entrega de recursos al sistema de transporte no generó un estallido social que terminó con su no aprobación y además destitución del proponente. Lo que sí se puede afirmar, es que no han válido los millones de pesos en publicidad y en censura que ha invertido la Alcaldía Mayor de Bogotá en mejorar la imagen de su gobierno y por ende del nefasto sistema, que quiere seguir ampliando a como de lugar, sin importarle las afectaciones directas que ejerce sobre el resto de la ciudadanía. Por eso, desde el periódico El Callejero queremos presentar algunos de los mayores problemas del sistema, además dejar abierta la pregunta de cómo solucionar los problemas estructurales de este medio de transporte y evitar seguir inyectándole dinero a un sistema que ya no es operativo ni funcional para la ciudad. Miremos entonces en qué está fallando Transmilenio.
Sobrecupo
Para el año 2000 Transmilenio representaba una solución eficiente a los problemas de movilidad de la ciudad, reducía los tiempos y los costos de construcción y funcionamiento. Para la época acortaba de 90 a 70 minutos el tiempo de desplazamiento y era el primer transporte rápido diferente al metro, que se construía a gran escala en el país. Sin embargo 21 años después, el no haber logrado crear una red multimodal de transporte para la ciudad y el no haber comenzado paulatinamente a ampliar su nivel de capacidad, ha convertido al Transmilenio en una pesadilla, porque cada hora transporta 15.000 personas más que la capacidad para la que inicialmente fue creado, eso genera que los buses vayan exageradamente llenos. Un problema que en medio de la pandemia de un virus que se contagia por vía respiratoria, genera un grave riesgo de salud pública para los habitantes. Adicional al sobrecupo permanente en el Transmilenio, que ya no se limita únicamente a las horas pico, se suma el aumento en los tiempos de espera, resultado del sobrecupo, que genera que al no poder acceder al primer bus que llega a la plataforma, los tiempos se dupliquen e incluso se tripliquen, además por que el sistema no es constante, en ocasiones puede haber 3 minutos de diferencia entre un bus y otro, pero hay otros momentos en los que los tiempos de espera se pueden ampliar a 9, 10 y hasta 15 minutos.
Mal estado físico de las estaciones
El grave deterioro de las estaciones de Transmilenio, no se debe únicamente al Paro Nacional de 2021. Podría pensarse al contrario, el deterioro, el mal servicio y las condiciones indignas a las que se ve sometida la población bogotana son la causa de la agresión constante al sistema, una afectación que para su momento se vio avaluada en más de 20.000 millones de pesos, que tampoco se entiende el por qué, cuando la mayoría de estas estaciones están conformadas básicamente por vidrios, que son los que se ven realmente afectados; pero que cotidianamente se encuentran en mal estado, rotos o desajustados de las puertas, no sirven y no cierran. Además, en muchas estaciones, por meses y años, nadie se ha preocupado por hacer una inversión en la reparación de los puentes, que tiene huecos y averías que ponen en riesgo la seguridad de los transeúntes, lo mismo al interior de las estaciones y con las puertas sueltas, que también pueden llegar a lastimar a los usuarios. Así mismo, el mantenimiento de las estaciones, que permanecen sucias, en pésimas condiciones y similar sucede con los buses de Transmilenio.
No hay unificación de colores en el sistema
Desde que se implementó el SITP dentro de la ciudad, se implementó un código de color de acuerdo al funcionamiento de cada bus dentro del sistema de transporte público: Los buses verdes eran los gratuitos que servían como alimentadores del sistema. Los naranjas se encontraban en otras zonas de la ciudad, cumpliendo con un servicio complementario de alimentación con el Transmilenio, pero a diferencia de los verdes estos sí cobraban pasaje. Los azules eran los del SITP que entraron a cubrir las rutas de los buses tradicionales urbanos y que cobraban su tarifa. Los rojos eran los buses troncales del sistema Transmilenio.
Desde hace unos meses las referencias de los colores son un caos, porque no se han unificado todos los colores y se sumaron al sistema, unos pocos buses troncales amarillos, se supone que es para que los usuarios identifiquen aquellos buses de tecnologías limpias y buses del sistema SITP verdes para que los usuarios identifiquen los buses eléctricos. Pero con este cambio, el reconocer los tradicionales urbanos, alimentadores, complementarios y troncales, se ha vuelto mucho más complicado. Además, generan sobrecostos absurdos al sistema, si se tiene en cuenta que pintar cada bus tiene un costo aproximado de 10 a 15 millones de pesos.
Multiplicación de líneas por toda la ciudad
Por último, hace dos años la alcaldesa Claudia López prometía, en campaña, una nueva idea de transporte público para la ciudad diferente a Transmilenio, pero al día de hoy, pareciera que no hay otra opción para Bogotá que no sea Transmilenio. Por eso, ya están en proceso de construcción dos líneas que alterarán por completo la distribución orgánica de la ciudad, así como sus vocaciones comerciales y su seguridad. La primera es la de la Av. 68, que hace unos meses fue interrumpida por orden del Juzgado 49 Administrativo de Bogotá, principalmente por las alertas rojas que se emitieron sobre la tala indiscriminada de árboles, la alcaldía apeló y se reanudaron obras hace al menos una semana. Los que más preocupa de las licitaciones y de los proyectos de Transmilenio, es que en su mayoría no son concertados con la ciudadanía y ponen en riesgo la calidad de vida de los comerciantes que se ubican en estos sectores y que casi nunca son notificados sobre los procesos de obras y de construcción. La falta de comunicación con la ciudadanía genera que no se conozcan los tiempos ni las ejecuciones de los proyectos. En la Av. Ciudad de Cali, la ampliación del sistema afectó negativamente a los pobladores de Patio Bonito y María Paz que ya no pueden dormir tranquilos con el desorden de la ejecución de este proyecto, que ha dejado los predios comprados en manos de la delincuencia que es quien se aprovecha de la obtención de estos materiales y prácticamente de la demolición de las viviendas.
Vale la pena preguntarse nuevamente para qué seguir invirtiendo en un sistema que no funciona, que complejiza la movilidad, que desvaloriza las viviendas, que desestimula la creación de sectores comerciales dentro de la ciudad y que no presta un servicio digno ni de calidad para la ciudadanía.